Los veranos son más calurosos que nunca, batiendo récords históricos de temperatura, poniendo a prueba la red energética y dañando infraestructuras críticas.
Las olas de calor también han empezado a traer otro elemento cada vez más peligroso: temperaturas nocturnas que no refrescan lo necesario como para ofrecer un respiro suficiente del calor agobiante, sobre todo para las personas sin acceso al aire acondicionado.
“La mayoría de la gente no se da cuenta de que, en las últimas décadas, las temperaturas nocturnas han superado a las diurnas en la mayoría de las regiones pobladas del mundo”, explica Kelton Minor, investigador posdoctoral del Instituto de Ciencia de Datos de la Universidad de Columbia.
Los científicos han advertido que las noches más calurosas son una consecuencia de la crisis climática. Las noches se están calentando más rápido, en promedio, que los días en la mayor parte de Estados Unidos, fue lo que encontró la Evaluación Nacional del Clima de 2018.
“Creemos que es porque, a medida que los días se calientan, hay más humedad en el aire que atrapa el calor”, dijo a CNN la directora ejecutiva del Consorcio de la Sociedad Médica sobre Clima y Salud, Lisa Patel. “Durante el día esa humedad refleja el calor, pero por la noche lo atrapa”.
El aumento del calor nocturno es aún más común en las ciudades debido al efecto de isla de calor urbano, en el que las áreas metropolitanas son significativamente más calurosas que sus alrededores.
Los lugares con mucho asfalto, concreto, edificios y autopistas absorben más calor del sol que las zonas con amplios parques, ríos y calles arboladas. Por la noche, cuando se supone que las temperaturas descienden, el calor retenido se libera de nuevo al aire, explica Kristie Ebi, experta en clima y salud de la Universidad de Washington.
Las zonas con muchos espacios verdes, con césped y árboles que reflejan la luz del sol y crean sombra, son más frescas en los días más calurosos del verano, afirma.
“Muchas ciudades crean espacios para refrescarse, pero la gente tiene que saber dónde están, cómo llegar a ellos y en qué horas funcionan”, dijo Ebi a CNN, señalando que las autoridades municipales deben replantearse la planificación urbana para tener en cuenta el cambio climático.
“Los árboles tardarán un tiempo en crecer, pero necesitamos programas de plantación de árboles centrados en lugares especialmente vulnerables, asegurándonos de que la planificación urbana tiene en cuenta que nos dirigimos hacia un futuro mucho más cálido”.
La noche debería ser el momento en que nuestro cuerpo descansa del calor, comenta Patel. Pero con la crisis climática, cada vez es menos probable que esto ocurra. Según un estudio publicado en 2022 en la revista académica Lancet Planetary Health, las muertes relacionadas con el calor podrían multiplicarse por seis a finales del siglo debido al aumento de las temperaturas nocturnas, a menos que se ponga freno de forma significativa a la contaminación que calienta el planeta.
La crisis climática ya está afectando a las personas en la capacidad de conciliar el sueño, de acuerdo con Minor, coautor de un estudio según el cual las personas que viven en climas más cálidos pierden más horas de sueño por cada grado de aumento de la temperatura. El estudio se publicó en mayo en la revista académica One Earth.
“Todos sabemos lo que es intentar conciliar el sueño en una noche calurosa: es incómodo”, dice Patel. “A menudo perdemos el sueño. Se calcula que para finales de siglo podríamos perder unos dos días de sueño al año, y será peor para las personas sin acceso al aire acondicionado”.
En su punto más extremo, cuando el cuerpo humano no tiene la oportunidad de recuperarse, normalmente por la noche, el estrés térmico puede evolucionar a insolación, que se asocia con la confusión, mareos y desmayos, explicó Patel.
Según las estimaciones del estudio de Minor, las personas de todo el mundo perdieron en promedio unas 44 horas de sueño al año debido a las temperaturas nocturnas cálidas tan solo durante la primera parte del siglo XXI. Minor lo denomina “erosión del sueño” y señala que cada persona podría perder hasta 58 horas de sueño para finales de siglo.