La Eurocopa, un evento deportivo de renombre mundial, se ve empañada por disputas históricas entre algunos aficionados radicalizados. En esta ocasión, los seguidores de Croacia, Albania y Serbia han protagonizado un enfrentamiento en el Volksparkstadion de Hamburgo durante el partido entre Croacia y Albania, que ha generado revuelo en el torneo.
Según informes de medios serbios, los fanáticos de ambas selecciones corearon consignas violentas durante el empate 2-2, lo que ha llevado a la Federación de Fútbol de Serbia a exigir sanciones contundentes. El secretario general de la Federación, Jovan Surbatovic, ha declarado que solicitarán a la UEFA implementar medidas severas para evitar futuros incidentes.
Por otro lado, la Federación de Fútbol de Macedonia ha emitido un comunicado condenando presuntos cánticos nacionalistas del futbolista albanés Mirlind Daku, dirigidos contra Serbia y Macedonia, tras un partido reciente. Este comportamiento ha reavivado tensiones políticas e históricas entre las naciones involucradas.
El conflicto en torno a la Eurocopa no es nuevo; antecedentes como el incidente en noviembre de 2017 entre Serbia y Albania, con un drone y una bandera provocativa, demuestran la compleja relación entre estos países en el ámbito del deporte. Incidentes pasados, como la batalla campal durante las Eliminatorias de la Eurocopa 2016, subrayan la sensibilidad de estas cuestiones.
En medio de la competencia futbolística, el trasfondo político y la historia de desavenencias entre estos países han vuelto a poner de manifiesto un conflicto latente que amenaza con opacar el espíritu deportivo de la Eurocopa. La UEFA enfrenta el desafío de mantener la integridad y el fair play en un contexto donde las rivalidades extradeportivas amenazan con ensombrecer la pasión por el fútbol.