Editorial

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Omar Torrijos

Hace 42 años, el país se estremeció al recibir la noticia sobre el fallecimiento del que, hasta ese momento, era el líder del proceso revolución que dio un cambio significativo al rumbo que llevaba la nación, hablamos de Omar Efraín Torrijos Herrera.

Nacido en el corazón de la provincia de Veraguas, desde muy joven entendió que Panamá necesitaba de un urgente cambio para alcanzar logros importantes que le permitieran obtener una verdadera identidad en el plano geopolítico.

Alcanzado el poder, introdujo cambios significativos en la salud, educación, caminos de producción, infraestructuras, abrió el compás para que panameños de clases humildes, pudieran estudiar en el extranjero, pero su más importante lucha fue devolverle al país su plena soberanía en todo el territorio nacional, recuperando la administración absoluta de lo que era la Zona del Canal.

Torrijos sin duda odiados por muchos y amado por muchos más protagonizó una guerra sin empuñar un fúsil y sin derramar una gota de sangre, logró convencer a los Estados Unidos para que nos devolvieran lo que injustamente nos habían arrebatado.

En lo político, fue el ideario de la creación del Partido Revolucionario Democrático, agrupación política que fue la base para la sustentación de la forma de gobierno que él soñaba, pero que al pasar de los años y sin un verdadero heredero de la doctrina torrijista, hoy es una caricatura de agrupación que a pesar de ser la que mayor miembros tiene, carece de ideología, identidad, disciplina. Partido que sólo se preocupa por el interés particular en detrimento de las mayorías.

Pero el escenario más deprimente lo encontramos en uno de sus vástagos, que hoy aparece compitiendo por la presidencia del país en una papeleta muy distinta al partido que fundó su padre y bajo cuya bandera ya sirvió como presidente.

Los verdaderos Torrijistas, al ver cómo se ha ido deteriorando la lucha nacionalista que lideró el cholo veragüense, dirán hoy 31 de julio “Hay Omar, si no te hubieras muerto”.

Nuestra verdad sin importar a quien le duela.