El festival llegó a su fin con el show de la Motomami, pero el sábado también contó con las presentaciónes de John Cale, Laurie Anderson, Tokischa, The Voidz y más
“Yo venía aquí al festival a ver conciertos y a ponerme fina. Aquí vi a Grace Jones y soñé con ser cabeza de cartel”, dijo Rosalía en perfecto catalán, su lengua nativa, para resumir algo del largo camino que la trajo hasta aquí, siendo el broche absoluto de la edición 2023 de Primavera Sound en Barcelona.
La hija pródiga de esta región volvió ya convertida en reina del lugar y tomó su corona agradeciéndole al público catalán por ser tan fundamental en el ascenso meteórico que experimentó en los últimos 6 años. De tablados pequeños y shows sociales a ser un ícono mundial que está marcando hasta como forma de vida para quienes la siguen. Desde muy temprano se juntó un multitud ante el escenario en el que se iba a presentar, mientras al lado Calvin Harris soltaba su continuado de hits y humo a modo de warm-up involuntario. Un rato después, cuando a modo de intro comenzaron a sonar los alaridos histéricos de Ni Hao! -grupo japonés cultor del electropunk del cual Rosalía es fan-, ya no cabía un alfiler. Había que rebuscárselas para verla y oirla.
Entre sus bailarines y escapes de motos -acaso el transporte ideal para recorrer esta ciudad y sus contornos-, apareció ella despojándose de su casco y dejando al descubierto un look con apliques de cuero en la pollera y las botas por encima de body enterizo negro de lycra. Ese mismo que, a medida en que iba pasando el show, iba dejando al descubierto las marcas de sudor que evidenciaban el esfuerzo físico de la cantante. “Look no-look”, tal como había definido ella misma en su última visita a Buenos Aires haciendo referencia a su actual estilo despojado, sin uñas largas ni demasiado maquillaje.
Al margen de su performance vocal, Rosalía deja todo por el baile, desde el perreo intenso de “Saoko” en primer plano al twerk desde el piso para “La Combi Versace”. Tanto en esta última como en “Linda” el público esperaba la presencia de Tokischa, la cantante dominicana que un rato antes había causado sensación al reventar de gente uno de los escenarios secundarios.
El show fue tal como el que viene dando en esta gira de festivales, una versión reducida del concepto Motomami, donde ella y la cámara son todo, regalando a cada paso un instante de memoria para el móvil de quien quiera. Y la atención se sugiere hacia las pantallas, lo que devolvió algunos planos especiales, como cuando la cantante empañó el lente para blurear su cara en “Diablo”. O cuando finalizó su coreo en el bloque “De aquí no sales” / “Bulerías” al borde del escenario y la cámara captó de fondo el cartel de “CREATED IN BARCELONA” del festival. Una expresión que por supuesto también le cabe a ella.
A juzgar por el murmullo del público, el sonido estaba algo bajo. El reclamo se hizo oir en “Hentai”, cuando al sentarse al piano Rosalía se dio cuenta del pedido y pidió on stage que se solucionara de inmediato. Sin embargo, esto no le quitó un ápice de emoción a lo que sentía ella, quien lloró al recordar una frase que le decía su “avi Jaume”, cuando le decía “qué triste es la vida del artista”. Si bien dijo sentirse agradecida, sí admitió ser plenamente consciente del esfuerzo que le implica vivir de gira y en estudios y tener que relegar la vida familiar.
Para el cierre, dejó dos de las canciones del ep que editó con su pareja Rauw Alejandro (”Ojalá estuvieras aquí”, se lamentó ella), su versión de “Héroe” (Enrique Iglesias) sentada sobre una montaña de chatarras, una última vuelta en monopatín encima de “Chicken Teriyaki” y el hipnótico efecto de samba-liberador de “CUUUUuuuuuute”, que finalizó con ella volviendo a su camarín pero desmayándose con una sonrisa justo antes de lograrlo.
La última tarde del Primavera Sound fue la mas melancólica de las tres. En parte, porque se acercaba la despedida y también por el techo plomizo que bloqueó bastante al sol e incluso llegando a soltar unas gotas de lluvia. Eso no aplacó el ánimo de la multitud que, de jueves a sábado, fue de 193 mil personas, sumadas a las otras 20 mil que asistieron a la jornada gratuita animada por Pet Shop Boys y Jake Bugg.
Entre lo más destacado, se dio el show de ensueño de Laurie Anderson. En el silencio del Auditori, que está dentro del Parc del Forum, pero retirado del bullicio festivalero, la mítica cantante sacó a relucir toda su experimentalidad en un espectáculo en la que se edificó como una contadora de historias. Estuvo acompañada del grupo de jazz vanguardista neoyorquino Sexmob, integrado por Steven Bernstein, Briggan Krauss, Tony Scherr, Kenny Wollesen y Doug Wieselman.
Con mucho sentido del humor y cierto toque dramático, Anderson permite una inmersión en su mundo de poesía, leyendo historias, susurrando canciones, reflexionando acerca del devenir del mundo, pidiéndole al público que grite, hablando con devoción de sus referentes como Yoko Ono, y recordando a Lou Reed a través de uno de los versos de su canción “Perfect Day”.